La pasada semana moría a los 82 años en Alcoy el holandés Gerardus David Story, superviviente de la ocupación nazi en Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial y ex compañero de clase de la escritora Ana Frank. Esto ha hecho que venga a mi memoria la historia de esta niña que tuvo que esconderse con su familia para no caer en manos de los nazis.
Ana Frank, la semilla de esta semana. Una historia en primera persona.
Annelies Marie Frank, hija de Otto y Edith Frank, nació en Fráncfort del Meno, el 12 de junio de 1929. Su hermana Margot nació unos años años antes, en 1926.
Los primeros años de esta familia judía fueron muy felices, pero la crisis económica hace que el NSDAP de Hitler vaya ganando terreno. En 1933, Hitler asume el mando del gobierno alemán. Todo ello hace que Otto y Edith Frank, muy preocupados por la situación, busquen una solución.
A Otto Frank se le presenta la oportunidad de fundar una empresa en Ámsterdam. Edith, Margot y Ana se reúnen con él en Holanda. Se instalan en una casa que da a la plaza Merwede. Los Frank vuelven a sentirse libres y a salvo. Las niñas van a la escuela, Otto trabaja con afán en su empresa y Edith se ocupa de la casa. Pero entonces estalla la Segunda Guerra Mundial. El 10 de mayo de 1940, Alemania invade Holanda. Los Frank están otra vez en peligro.
Al estar Holanda ocupada, cambian muchas cosas para los Frank. Tanto en la vida privada como en la empresa de Otto, les imponen cada vez más restricciones. Cuando a Margot le llega una citación para viajar a un campo de trabajo en Alemania, a Otto y a Edith les parece que la situación se ha vuelto demasiado peligrosa y deciden esconderse con sus niñas.
En 1942 la familia se oculta, con otros cuatro exiliados, en las habitaciones traseras de un edificio de oficinas para evitar ser arrestados por las fuerzas de ocupación nazis. La casa de atrás, la llamaron.
Además de los Frank, hay otros cuatro judíos escondidos en la casa de atrás: Hermann y Auguste van Pels con su hijo Peter, y Fritz Pfeffer. Cuatro oficinistas de la empresa de Otto ayudan y protegen a los escondidos. Éstos temen cada día que los descubran. Y la vida de ocho personas tan apretujadas no es nada fácil.
El día de su decimotercer cumpleaños, sus padres le regalan a Ana un diario, en el que a partir de ese momento reflejará con ternura, a veces no exenta de dureza y dolor, sus años de reclusión.
Ana, al igual que los demás, no lo tiene fácil en la casa de atrás. No sale nunca fuera, tiene que ser siempre sigilosa. Hay muchas tensiones. En su diario describe sus frustraciones. Ana reflexiona cada vez más sobre la vida y describe sus ideas en su diario.
«Pero quiero progresar; no puedo imaginarme que tuviera que vivir como mamá, la señora Van Pels y todas esas mujeres que hacen sus tareas y que más tarde todo el mundo olvidará. Aparte de un marido e hijos, necesito otra cosa a la que dedicarme. No quiero haber vivido para nada, como la mayoría de las personas.»
En la casa de atrás Ana no hace únicamente apuntes en su diario. También escribe pequeñas historias y copia en un cuaderno frases bonitas de otros autores. Ana desea que después de la guerra su diario se publique en forma de novela, lo que la lleva a reescribirlo. Ana ansía ser escritora o periodista
El 25 de marzo de 1944 apunta: "A Peter le cuento cosas con gran facilidad, que a otros nunca les cuento. Así, por ejemplo, le he dicho que más tarde me gustaría mucho escribir, e incluso ser escritora, o al menos no dejar de escribir aunque ejerza una profesión o desempeñe alguna otra tarea".
El 4 de agosto de 1944 detienen a los escondidos. Alguien los ha delatado. Son deportados a Auschwitz previo paso por el campo de tránsito de Westerbork. Tan sólo Otto Frank sobrevive a los campos; los otros siete escondidos hallan la muerte. Hermann van Pels muere en la cámara de gas, Auguste es empujada a las vías de un tren durante un traslado. Los demás mueren por inanición y enfermedad.
Ana fallece en marzo de 1945, a los 15 años de edad en Bergen-Belsen.
Nunca logró esclarecerse quién fue el delator.
"El diario de Ana Frank", hallado en el refugio, se publica en 1947, y se convierte en uno de los testimonios más demoledores contra la opresión y en favor de la libertad.
"Al final de la tarde, a la hora de la comida: alarma aéra. La comida era deliciosa, pero al oír la primera sirena se me quitó el apetito. Sin embargo, no pasó nada y a los cuarenta y cinco minutos ya no había peligro." (26 de julio de 1943)